COVID 19
Una epidemia sin precedentes, una oportunidad para la reflexión.
Atravesamos la peor epidemia de los últimos tiempos. Las bolsas de todo
el mundo retroceden a valores de los años noventa. Los establecimientos no
pueden abrir sus puertas y los pequeños empresarios de sectores como la
hostelería, el textil o el ocio se ven abocados a la quiebra. Entre tanto, los
ciudadanos estamos confinados en nuestros domicilios y el abastecimiento de
productos alimenticios comienza a peligrar; y el de productos sanitarios ya ha
caído.
REFLEXIONEMOS.
Esta pandemia evidencia numerosos defectos de nuestro actual sistema de
vida. Deja al descubierto las carencias que presenta nuestra forma occidental de
entender los negocios y pone en riesgo la estabilidad misma de familias enteras
ante la caída en picado del consumo y, por tanto, de la actividad económica.
Naturalmente estar preparado para una situación de estas dimensiones
resulta imposible, pero no resulta tan difícil modificar ciertas pautas o ciertos
comportamientos que están asentados en nuestros modelos de conducta y que sin
embargo, nos colocan en posiciones muy comprometidas.
Este texto no pretende traer recetas mágicas de éxito, ni ser un tutorial de
consumo masivo para evadirnos de nuestra realidad. Busca, humildemente,
aflorar sentimientos de autocrítica y de mejora, y activar al lector para buscar un
cambio que realmente es posible. Analizaremos los aspectos que más nos han
sacudido durante esta crisis y trataremos de dar algunas soluciones:
PLANIFICACIÓN ECONOMICA
Asistimos en nuestro entorno a la bancarrota masiva de negocios debido a la imposibilidad de abrir sus puertas por un periodo de tan solo quince días. Estos cierres traen consigo deudas que se irradian a proveedores, bancos y eventualmente clientes. La cuestión es: ¿Cómo es posible que un negocio pase de la viabilidad a la bancarrota en unos pocos días? Existe un profundo desconocimiento de los principios más básicos de gestión y dirección de empresas. Un cambio de patrón da al traste con inversiones elevadas en comercios cuya facturación y flujo de caja no permite una coyuntura de quince días de cierre.
Igualmente, la problemática de modelos estáticos en un mundo gobernado por los entornos digitales y las redes sociales (por supuesto, también digitales), nos conduce irremediablemente al fracaso de aquel no que tiene capacidad de establecer canales de venta secundarios o alternativos. El ejemplo es simple: Solo los restaurantes que tienen delivery (interno o subcontratado) están pudiendo facturar. Se están salvando de la quiebra. No necesariamente el canal digital es el único, aunque sí el más evidente y el que menos recursos consume.
PLANIFICACIÓN SOCIAL
En un entorno digital como el comentado, en el que existen toda clase de cuentas, suscripciones, membresías y otras adscripciones análogas, algunas de pago y otras gratuitas; llama poderosamente la atención el absoluto descontrol que existe, a nivel personal, sobre todas ellas. Nuestros clientes a menudo nos ponen sobre la mesa escenarios en los que existen seguros, cuentas bancarias, fondos de pensiones, fondos de inversión, tarjetas de crédito, sociedades e inmuebles en diferentes países. Cada una de las anteriores puede ser manejada (salvo los inmuebles) con un usuario y una contraseña. Como manda la lógica, ese usuario y esa contraseña son altamente secretos. Tanto que ante una enfermedad, o en el peor de los casos, un fallecimiento, la familia no sabe ni el patrimonio existente, ni las cuentas abiertas, ni las suscripciones. Y mucho menos las contraseñas de acceso de cada uno de dichos elementos. Esta crisis, este regalo de tiempo de sosiego impuesto, debe invitarnos a reflexionar sobre todo nuestro entorno digital (financiero, ocio, redes sociales, correos electrónicos, seguros, membresías…), que a modo de basura espacial orbita sobre nosotros. La desorganización de nuestro “legado electrónico” puede suponer un gran quebradero de cabeza para quien no tiene la información precisa para afrontar su organización en ausencia del titular.
PLANIFICACIÓN JURÍDICA
La planificación jurídica es la antítesis de esa situación tan habitual en los despachos de abogados en la cual nos consultan cuando ya no sabían a quién consultar. El abogado es el penúltimo reducto antes del sacerdote si se permite la ironía.
Esta pausa en la rutina debe enfocar las necesidades del negocio, la familia o la estructura económica. Cada proceso es susceptible de ser mejorado y cada situación, susceptible de haber sido prevista. Una planificación jurídica adecuada ayuda a evitar grandes correcciones realizadas con prisa acuciante. Permite, por el contrario, analizar las tendencias y hacer los cambios oportunos antes de que se produzcan desviaciones significativas. Desde siempre, la perspectiva de lo jurídico nos muestra a los profesionales de este sector como solucionadores de problemas. Y es cierto, ocasionalmente lo somos, aunque en cualquier litigio hay un ganador y un perdedor.Nuestra experiencia nos dice que realmente debemos ser mucho más que eso. La intervención temprana de profesionales jurídicos va más allá de la solución de problemas, tiende a su evitación. Permite atajar aquello que se va a convertir en un problema antes de que llegue a serlo.
Este arresto domiciliario de unos pocos días debe servir para salir a la calle más fuertes, con más garantías y con mejores y renovados medios para competir y ser más aptos en un mercado que necesariamente estará bajo mínimos. Este parón no puede deprimirnos, ni ralentizarnos, ni mucho menos devolvernos a nuestras viejas costumbres, que se han reputado ineficientes. Tampoco debe la superación del confinamiento devolvernos en estampida a los lugares de ocio y restaurantes. Hagamos una reflexión sincera y compleja. Cambiemos lo que está en nuestra mano, ordenemos nuestra economía, nuestra vida social y nuestras obligaciones. Agradezcamos a esta epidemia el tiempo que nos ha impuesto para pensar.



